Contradicciones de la libertad de expresión

La libertad de expresión
Por: Ricardo Bada
Circula por internet un chiste gráfico donde Jesús, armado de una pistola, llama a una puerta mientras dice: “¡Abre, Mahoma, tenemos que hablar!”. Lo miro, y trato de meterme en la piel de una persona de sentimientos cristianos, y no de un fundamentalista cerril, y creo que mi primera reacción sería sonreír.
Pero ¿y si esa misma persona descubriera en un diario de Teherán o de Bagdad un chiste donde se representase a Jesús con el casco y el uniforme de camuflaje de un GI, metralleta en mano y disparando contra civiles, identificándolo sargento Jesús? Trato de meterme una vez más en su piel, y supongo que me sentiría no sé si ofendido, pero al menos bastante afectado por la exactitud del tácito reproche.
Debo decir, eso sí, que tal hipótesis es impensable, no sólo porque el Islam prohíbe de manera taxativa la representación gráfica, sino porque Jesús es uno de los grandes profetas del Corán, es el mesías que anuncia la llegada de Mahoma.
Lo cual nos lleva a considerar un aspecto harto delicado de la cuestión: ¿por qué hay en los países islámicos algaradas fanáticas a causa de las caricaturas de Mahoma, y ninguna en tantas ocasiones donde se ha representado de manera blasfema al gran profeta suyo que fue Jesús?
Claro está que de las correspondientes algaradas se encargaron los fundamentalistas cristianos, pero no hubiera estado nada mal que algún ayatolá se hubiese rasgado las vestiduras gritando que también habían herido sus sentimientos religiosos. Sólo que ¿fue así? Mi impresión es que no, que la hermenéutica coránica tiende a ser bastante unilateral.
Sea como fuere, ver esta polémica bajo el único prisma de la defensa de la libertad de expresión es algo que no va al fondo del asunto. Para empezar, la misma expresión “libertad de expresión” tendría que ser explicada a los ciudadanos árabes, que la desconocen por completo.
Contra aquello arguyó Günter Grass, en una encuesta realizada con grandes intelectuales europeos, que “Occidente lleva esta discusión con autocomplacencia sobre la base de que gozamos de libertad de prensa. Pero la prensa forma parte de enormes grupos que monopolizan la opinión pública. Hemos perdido el derecho de escudarnos en el derecho de libertad de opinión. No se puede invocar la libertad de expresión sin analizar cómo se encuentra ésta en Occidente”. Es cierto. Pero lo paradójico es que para decirlo estaba ejerciendo su inalienable derecho a la libertad de expresión... en la prensa occidental.
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